Barroco
La puerta casi cierra frente a mi cara, pero en pocos segundos logro encontrarme del otro lado del cristal; un pequeño espacio. Una belleza acorralada en dos metros cuadrados contempla a los personajes de su alrededor: Una pareja que no para en cada estación, para morderse y besarse los pechos. Un transexual con una ridícula base en el cabello, groseros pechos, y unas manos gigantes capaces de destrozarle la cabeza a cualquier cabrón que apueste a gritarle ¡puto!. Un viejo que lleva a un perro en una bolsa de mercado. Una mujer que no para de observar al shemale, y negando con la cabeza. Un grito agónico bautizado por Israel Chávez R como “Música barata”. Un limosnero que discute con el vendedor de discos, y yo, que a pesar de ya haber vivido cientos de horas bajo tierra, aun no me acostumbro a todos estos actos en “Un minuto” del metro.