Los guantes de Box.
Hace muchos años atrás, trataba de que la vida pasara lo más rápido posible. Salía con mi hermano y mi primo a jugar y a buscar problemas que nos distrajeran de la porquería de vida en la ciudad. Con la pandilla de la cuadra (conformada de puros mocosos) llegamos a robarnos balones de fútbol, piñatas en navidad, papalotes y otras tantas cosas de las que también fuimos despojados. No nos importaba la vida de las potenciales víctimas, nos interesaba saciar la venganza, la cual, encontrábamos al agredir a los presuntuosos niños de nuestra calle. Cuando los balones y otras cosas no daban para más, recurríamos a juegos más violentos. No recuerdo el día y tampoco quién sacó dos pares de guantes de box de su casa; eran viejos, parecían lijas y estaban húmedos. A la brevedad se formó la fila de contendientes; quien perdía dejaba los guantes y se enfrentaba con el ganador y así sucesivamente. No sé si era bueno o malo en esos menesteres, pero me encantaba dar madrazos. Nuestra técnica siempre fue rudimentaria pero eficaz en cuánto a provocar buenas hemorragias nasales. En cuanto a los guantes, nos duraron algunos meses más antes de que terminaran rotos, ensangrentados y deshilachados.
Por algún tiempo me gusto agarrarme a golpes con guantes o sin ellos, pero siempre estaba el “Josefo”, así le decíamos, y en realidad era bueno para los putazos. En la mayoría de los encuentros que tuve con él salí madreado, y fueron otras tantas veces las que fui a buscarlo con la intención de darle en todita su madre. Después de tantos madrazos nos volvimos amigos, crecimos y el “Josefo” embarneció un poco, yo en cambio quedé todo flacucho y se me fue el interés por la violencia. Lo que ahora se de él, es que dos de sus hermanas trabajan como meseras en bares de la avenida “Pantitlán”, una de ella tiene cara de ángel y podría haber sido modelo de cualquier puta revista “nice”, pero el lastre de la vida esta ciudad tal vez la haya parado. El “Josefo” ahora está en Estados Unidos; la última vez que lo vi fue en una “combi”, curtido por el trabajo fabril pero muy amable el cabrón. Me gustaría encontrarlo algún día para revivir algunos de esos jodidos momentos, pero para nada, llegar a los putazos, ya se de antemano el resultado.